Cierra los ojos. Imagina por unos segundos que ella y sus compañeras entran a una cancha. Esta vez no es el potrero que tuvieron que desmalezar para jugar un picadito con sus amigas: es el Azteca y van a jugar el Mundial “invisible”. A un costado está una federación de fútbol femenino, no hay rastros de la FIFA, parece que no reconocen el evento como tal. Junto a ellas caminan las inglesas: altas, robustas. Son atletas de verdad. Por su aspecto intimidan a las argentinas que en su mayoría son pequeñas y muy jóvenes, sin experiencia en mundiales.
“Siento la adrenalina de los gritos mexicanos que retumban en la tribuna que dicen ‘Argentina, Argentina’. Nos apoyan a nosotras, aplauden a las sudamericanas”, dice Elba Selva, sumida en el 21 de agosto de 1971, en México. Elba no tiene ni la fama ni el poder económico de Diego Maradona, pero tiene algo que presumirle: 15 años antes de la Mano de Dios, ella les hizo 4 goles a las inglesas, en el mismo estadio, el Azteca.
A Elba solo le quedan los recuerdos del Mundial “invisible”, que ella misma había decidido sacar de su cabeza porque no creía haber hecho lo suficiente para merecer un reconocimiento por haber quedado cuartas al final de la competencia. Su historia en el fútbol vivió oculta por 48 años, hasta que una mujer decidió sacarlas del olvido. Ella había decidido borrar de las páginas del libro de su vida esa parte.
-¿Cómo te sentís ahora que te comparan con Maradona?
-Tengo que tomar mucha sopa para ser como Maradona- bromea-. Me siento bien. Es maravilloso todo esto que me pasa. No lo hubiese podido imaginar nunca. Cuando paso por la calle y escucho cuchichear “sí es. Es ella, te digo que es ella” es muy lindo. En el barrio donde llevo 30 años, los vecinos me decían: cómo en tantos años nunca nos dijiste nada.
El secreto de Elba quedó al descubierto un día que su profesor de gimnasia le tiró una pelota. Ella agarró la pelota y comenzó a hacer jueguitos. En seguida le preguntaron cómo era posible que pudiese jugar tan bien. Invadida por el pudor del que no se puede desprender, les contesto: “Alguna vez jugué”. Pero hubo un día que tuvo que dejar de ocultarse y darle la cara a aquel emblemático partido, a aquellos cuatro goles.
De toda la marcación que le hizo a las inglesas el que más recuerda es el tercero. “Yo recibo la pelota, gambeteo a dos y se la doy a Gloria “Betty” García, corro hasta cerca del arco, Betty me la devuelve, gambeteo a Harry, la arquera inglesa, y metí un cañonazo. Giré a ver la tribuna y miré que todos gritaban, enloquecidos por nosotras”, cuenta de cómo armaron la jugada. “Y no lo hizo con la mano”, interrumpen sus amigas. “No”, dice ella, con una mano en la boca para contener el pudor que le genera la exagerada comparación con el ídolo.
Elba también se lamenta de una mala resolución de una pelota que pudo haber terminado en el quinto tanto a favor de las argentinas. “Venía de un córner y no pude alcanzar con la cabeza la pelota, se me pasó. Recuerdo que me paré en dos manos, pero no pude. Imaginate un 5-1, faaaaah. Qué lástima”, se agarra la cabeza.
El debut del evento lo hicieron contra las anfitrionas, con quienes perdieron 3-1. AnteInglaterra el resultado final fue de 4-1. Fue en ese segundo partido cuando el equipo recién sumó a Norberto Rozas, un exjugador de fútbol que vivía en México, como técnico. Él mismo se ofreció a dirigirlas luego de verlas jugar huérfanas en el primer partido. “Fue duro para nosotras ese primer partido. Estábamos solas”. Las argentinas viajaron a México en completo abandono: México se hizo cargo de los gastos de hotel, comida, la indumentaria y el cuerpo médico. “Nos dieron hasta los botines. Recuerdo que tuvimos que salir a caminar con ellos antes de jugar, para adaptarnos”.
-¿Cómo te sentiste con botines?
-Parecía que estaba jugando en tacos altos- ríe, a carcajadas-. Después nos acostumbramos.
Hoy, 48 años después, Elba sonríe cuando recuerda todo lo que tuvieron que pasar en ese Mundial, como el equipo rojo de gimnasia con una raya blanca que decía Argentina y que usaban como indumentaria oficial. En cambio las danesas lo tenían todo: “Recuerdo que ellas llevaban polleritas rojas y blancas que combinaban todos los días. Nosotras no teníamos todas esas comodidades”. Así como también guarda en la memoria los obsequios que les tiraban a la cancha y los colgantes de los parabrisas de los autos, que los mexicanos les lanzaban cuando iban en el micro camino al hotel. Ese día, inolvidable para ella y sus compañeras, lo atesora en lo más profundo de su alma. “Esos detalles nos parecían hermosos. Son esas cosas simples las que uno lleva en el pecho”, razona Elba.
El equipo que viajó a México fue conformado por jugadoras que se conocían entre sí. Las únicas que viajaron desde el interior fueron dos riojanas, Virginia Andrade y María Cáceres. “Para mí ese equipo no era una selección, porque las jugadoras no fueron seleccionadas de forma minuciosa en todo el país. Éramos las mismas que salíamos a jugar a la provincia”, explica del armado del equipo.
Cómo empezó en el fútbol
Fue su padre quien la incursionó en el mundo del fútbol. La llevó a la cancha desde muy chiquita y le enseñó las reglas del juego. Al no existir el fútbol femenino en los clubes, armó junto a otras chicas pequeños clásicos que los llevaron hasta las provincias. Se vestían con las camisetas de Boca y River para atraer la atención de los espectadores “cuando nos miraban con ellas se enganchaban en el partido”, explica de su estrategia. Elba, como la mayoría de sus compañeras, perdió todos los trabajos porque los torneos que armaban los hacían en las provincias, hasta donde tenían que viajar. “Si te gusta hacer algún deporte dejás todo. No te importa nada. Así fue como armamos nuestra selección”, explica.
Cuando viajó a México, Elba tenía 26 años, uno más que Maradona cuando jugó el Mundial en ese país en el 86. Hoy, con 74 años, sigue practicando deportes en el Polideportivo Municipal de General Rodríguez donde le abrieron las puertas sin saber quién era y con quienes vive agradecida por su hospitalidad.
Elba todavía no toma dimensión de lo que logró ese día. Aún cuando sabe que el 21 de agosto quedará establecido como el día de la futbolista argentina gracias a sus 4 goles a las inglesas. “A veces lo pienso y no entro en la remera. Sí, es hermoso. Me llena de orgullo. Nunca pensé que iba a revivir esto”, dice. Para ella el agradecimiento es hacia su esposo ya fallecido, que se quedó a cargo de su hijo y la casa por un mes y medio para que ella pudiese viajar: “Él estaría muy feliz. Recuerdo que me dijo: tenés que ir, yo con mi sueldo jamás voy a poder pagarte un viaje así. Andá y disfrutalo“.
Recordar ese Mundial la transporta a una época en la que fue feliz, dichosa de haber estado entre las 17 futbolistas amateur de ese Mundial que la FIFA aún no reconoce. Una pelota, una cancha y un arco bastan para que Elba Selva se convierta en una viajera del tiempo, a reconstruir la historia.
El Mundial invisible
La Copa del Mundo se jugó con seis selecciones entre el 15 de agosto y el 5 de septiembre de 1971. En el primer partido la selección argentina perdió 3 a 1 contra México, a Inglaterra le ganaron por 4 a 1, los cuatro fueron de Elba Selva. El tercer partido fue contra Dinamarca, cayeron por 5 a 0. Ante Italia pelearon el tercer puesto, pero no fue posible, 4-0 fue el resultado final.
Las futbolistas: Gloria “Betty” García, Marta Soler, Teresa Suárez, Angélica Cardozo, Blanca Bruccoli, Elba Selva, Eva Lembessi y Virginia Andrada, María Fiorelli y María Ponce, Zulma Gómez, Ofelia Feito, Susana Lopreito, Marta Andrada, Virginia Cattaneo, Zunilda Troncoso y María Cáceres.