El Día de la Madre, por lo general es una fecha muy movilizante, porque trae el recuerdo de las ausencia, genera a veces toda una logística familiar para ver cómo y dónde se pasa y con quién.
Desde acá promovemos, que sea una jornada para disfrutar, vivirla con alegría, hacernos de un tiempo para compartir con ella, predispuestos a conectarnos, a escuchar mientras tomamos unos mates, un té, lo que sea. Ellas siempre están a la espera de nuestra visita, un llamado telefónico o un mensaje de WhatsApp, preguntando cómo amanecieron y si necesitan algo.
Pasar un rato a tomar unos mates, llevarle los nietos, salir a caminar por el barrio del brazo o solamente sentarse a escuchar una y otras vez los relatos del pasado, mil veces ya contados, las historias de las telenovelas turcas o dolencias físicas, que muchas veces son las marcas de una vida dura o reflejan el dolor de las ausencias, es lo que ellas necesitan para ser felices.
Las relaciones familiares ideales no existen, porque somos humanos, a veces los hijos/as tenemos nuestras diferencias con nuestras madres, por eso siempre en las familias hay encuentros y desencuentros, pero lo importante es saber que hacemos nosotros con esas historias y si tenemos la grandeza de comprender, perdonar, gradecer y seguir adelante.
Les digo más, nuestras madres nunca dejan de preocuparse por nosotros, de pensar cómo estamos y tratar de darnos concejos. Muchas veces decimos o escuchamos decir que metida, pero en realidad ante sus ojos están tratando de vernos felices, por eso debemos poner filtros, escuchar, poniendo límites sin son necesarios, pero siempre con amor y respeto, sin confrontaciones, porque lo que ellas siempre buscan es vernos bien.
Hacer un alto en la locura diaria y pasar a tomar unos matecitos con la vieja, predisponiéndonos a escuchar, con paciencia y amor. Con esa misma paciencia con las que nos acunó en la horas de llanto, con el mismo amor que sostuvo nuestra mano para que pudiéramos aprender a caminar. Entiéndase bien no estoy diciendo, que nuestros padres se vuelven niño cuando se ponen mayores, hablo de imitar el amor, la paciencia y la dedicación que ellos nos tuvieron cuando niños. En la vejez es hora de devolverles a nuestras madres, aunque sea una cuarta parte, de todo ese amor y dedicación que nos brindaron para transformarnos en lo que hoy somos.
Nuestras madres, necesitan de nuestro amor, paciencia, escucha atenta, agradecimiento y apoyo para hacer que sus días sean más felices.
La vida es bella y vale la pena poner todo de nosotros para disfrutar cada momento plenamente.
Bienvenidos a #VivirPlenamente!