Víctor y Rita armaron en el lavadero de su casa un taller donde fabrican juguetes artesanales que luego donan a chicos que viven en contextos vulnerables; Rafael ayuda en un comedor de la Villa 21-24.
En este día te acercamos las historias de Víctor, Rita y Rafael, adultos mayores que eligen usar esta etapa de sus vidas para colaborar con quienes más lo necesitan.
“Es mucho más valioso usar nuestro tiempo para ayudar a los demás”
Víctor Bardeci tiene 80 años y junto a su mujer, Rita Merlo (83), crearon en 2009 la organización social Unidos Para Ayudar (UPA). Durante ese año, había sido voluntario en el Banco de Alimentos de Vicente López clasificando la comida que luego llevaba, junto a otros voluntarios, a distintos comedores. Allí, vio cómo muchos de los chicos que iban no tenían nada con que jugar, apenas unas hojas usadas y lápices para dibujar. “En ese momento le dije a mi mujer: me voy a poner a hacer juguetes y juegos de mesa para los chicos”, cuenta Víctor.
Desde entonces, fabrica artesanalmente autitos de carreras, caballos para montar, trenes y rompecabezas en el lavadero de su casa en el barrio de Florida, reconvertido en un taller. Al poco tiempo, como solo sabía hacer juguetes para varones, su mujer Rita se sumó con su máquina de coser y un poco de pintura, para hacer muñecas, peluches y títeres.
Al principio sus juguetes se repartían por distintos comedores del conurbano que visitaban junto al Banco de Alimentos. Pero luego, a través de distintas fundaciones, llegaron a escuelas en el interior del país. Ocasionalmente, algunos voluntarios ofrecen su ayuda en la llamadas “jornadas solidarias” para sumarse a la fabricación.
Todas las tardes de la semana, que tanto Víctor como Rita al ser jubilados suelen tener libres, las dedican a UPA. “A esta altura de nuestra vida podríamos no hacer nada y descansar. Pero creemos que es mucho más valioso usar nuestro tiempo para ayudar a los demás. La sonrisa de un chico que ve un juguete nuevo y propio es incomparable. Posiblemente ese recuerdo le quede para siempre, influyendo para bien en él”, remarca Víctor, nominado en la última edición del Premio Abanderados, organizado por Argentina Solidaria y El Trece.
“Pasaba gran parte del día en Facebook y pensé que estaba desperdiciando mi tiempo”
Desde principios de este año, Rafael Matienzo (91) es voluntario en la Fundación Pilares, dedicada a promover el desarrollo integral de las familias que viven en las villas de la CABA, a la que llegó buscando en Internet organizaciones sociales dónde pudiera colaborar. “Pasaba gran parte del día en Facebook y pensé que estaba desperdiciando mi tiempo. Me pareció mucho más humano trabajar con gente y estar cara a cara, en vez de estar hablando con gente que nunca voy a ver”, comenta Rafael.
Desde entonces, todos los miércoles y jueves se encuentra en la esquina de Osvaldo Cruz y la Avenida Vélez Sarsfield, en el barrio de Barracas, con el resto de los voluntarios que participan en las actividades de Pilares en la Villa 21-24. Allí participa en el Programa Educativo, dando apoyo escolar, además de servir el desayuno y el almuerzo. También colabora en el Centro CONIN de la fundación, organizando las donaciones de alimentos, leche, pañales y ropa que reciben para entregar a las familias.
Desde joven tuvo iniciativa para ponerse al servicio de los demás. “Cuando vivía en Bariloche creé una sociedad de fomento para extender las redes de luz, agua y gas a lugares que no llegaba. También colaboré en la formación de un cuerpo de bomberos voluntarios”, recuerda Rafael, quien ya tiene tres bisnietos.
Está convencido que el voluntariado es la solución para aquellas personas mayores que ya estén jubilados y no sepan qué hacer con su tiempo. “No hay peor cosa que el sedentarismo. Hay que ser curioso y probar cosas nuevas. Es un momento para iniciar una nueva etapa en la vida, para ayudar a los demás. Sobre todo a los más chicos, que son la reserva en el país. Es la mejor forma de tener una vejez activa”, concluye Rafael.