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23 noviembre, 2024
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Culturales

Tiene 98 años y es la bibliotecaria del pueblo

Se llama Ninfa. Tiene 98 años y casi todos entre libros. Desde hace 68 maneja la única biblioteca de la ciudad de Tancacha, del departamento Tercero Arriba (Córdoba, Argentina).

Mientras revisa que cada uno de los 3.800 volúmenes se encuentre prolijamente ubicado en la estantería, Ninfa Mabel Lubrina da vuelta la página amarillenta de un libro antiguo. Ese oficio es el motor de su vida, según cuenta la mujer de 98 años que es la bibliotecaria del pueblo desde hace 68.

Sumergida en los ficheros bien ordenados que exhibe con orgullo, Ninfa se presenta con su función: es quien está a cargo de la Biblioteca Popular Poeta Lugones, de Tancacha, localidad del departamento Tercero Arriba (Córdoba, Argentina) atravesada por la ruta provincial 6.

Es la única biblioteca pública a la que puede acceder cada vecino de la localidad, cercana a Río TerceroNinfa también estuvo en la génesis de la biblioteca del Club Huracán, décadas atrás. “Seleccioné y clasifiqué cada libro de las dos bibliotecas”, enfatiza.

Rememora que tenía 5 años cuando pisó por primera vez una biblioteca. Luego, sobrevino la pasión de cuidar libros toda la vida.

Ninfa es coqueta, tiene peinado de peluquería y maquillaje sobre su rostro, que luce orgullosas arrugas. Por el momento, los límites de la sordera, frecuentes en alguien que está a punto de cumplir los 100 años, no se han hecho presentes en su vida.

Demuestra lo memoriosa y lúcida que puede ser. Enumera desde los fundadores del pueblo hasta cada uno de los políticos que han ocupado cargos públicos. Es cuidadosa en su lenguaje e impecable en su expresión.

Dice que el secreto para estar saludable es “no dejar de leer nunca”. El hábito de la lectura lo adquirió de su madre, según recuerda. “Mis padres tenían una biblioteca selecta, de jerarquía. Leían mucho; así empezó mi afecto por los libros”, destaca.

Nació en Oncativo y desde los 9 años está radicada en Tancacha. Es hija de un padre italiano y una madre alemana.

Soltera y sin hijos, vive sola en una casa que alquila gracias a la ayuda del municipio y del Sindicato de Empleados de Comercio, del que depende la biblioteca“Eludí casarme para cuidar a mis padres”, aclara, sin ningún atisbo de dudas sobre su decisión.

Pese a los diversos cambios que se registraron en las costumbres sociales, prefiere que una mujer siga usando pollera: “Nunca me puse pantalón”, asegura.

Menos lectura

Sólo usa máquina de escribir. No parece estar amigada con la computadora: “En Internet está todo sintético y abreviado, no es como lo describe con amplitud un libro”, dice.

Por ello, critica el hecho de que a veces los jóvenes se alejen de los libros de papel: “Están más aferrados a Internet y a los celulares. Por eso la gente lee menos; abandona la biblioteca”, se pronuncia.

Y destaca que es importante el rol de los docentes que envían a sus alumnos a las consultas a la biblioteca.

Que no sea amiga de Internet y que defienda el mundo de los libros impresos no la convierten, a pesar de su edad, en una persona nostálgica o apegada al pasado, en especial respecto del rol de la mujer. “El mundo ha evolucionado, por eso la mujer tiene más oportunidad para desarrollar sus ambiciones”, opina.

Y no deja de trazar comparaciones con lo que fue su vida, de casi un siglo: “A mí me fue difícil, porque casi no se empleaba a una mujer. El trabajo era sólo cosa de hombres”, aporta.

“La biblioteca es lo más importante en mi vida. Crecí con la lectura y no puedo irme a dormir sin leer. Ilustrar a la gente joven me encanta. La bibliotecaria tiene la obligación de dar el libro que corresponde, por eso los leo antes”, concluye la centinela de los libros de papel.

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