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19 abril, 2024
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Culturales Laila E. Daitter

“Siete sonetos medicinales”, de Almafuerte | Por Laila Daitter

Presentamos, en los títulos recomendados por esta semana por la Profesora Laila Daitter, los Siete sonetos medicinales, de Pedro Bonifacio Palacios, mejor conocido como Almafuerte. Nació en 1854 en San Justo, provincia de Buenos Aires. Se dedicó a la poesía y la docencia, principalmente. Publicó en distintos medios textos en prosa como en verso. Murió en 1917.

¡Avanti!

 

Para Don Félix J. Tettamanti

 

Si te postran diez veces, te levantas

otras diez, otras cien, otras quinientas:

no han de ser tus caídas tan violentas

ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

 

Con el hambre genial con que las plantas

asimilan el humus avarientas,

deglutiendo el rencor de las afrentas

se formaron los santos y las santas.

 

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,

nada más necesita la criatura

y en cualquier infeliz se me figura

que se mellan las garras de la suerte…

 

¡Todos los incurables tienen cura

cinco segundos antes de su muerte!

 

 

 

¡Piu avanti!

 

No te des por vencido, ni aun vencido,

no te sientas esclavo, ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.

 

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;

no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.

 

Procede como Dios que nunca llora;

o como Lucifer, que nunca reza;

o como el robledal, cuya grandeza

necesita del agua y no la implora…

 

¡Que muerda y vocifere vengadora,

ya rodando en el polvo, tu cabeza!

 

¡Molto piu avanti!

 

Los que vierten sus lágrimas amantes

sobre las penas que no son sus penas;

los que olvidan el son de sus cadenas,

para limar las de los otros antes;

 

Los que van por el mundo delirantes,

repartiendo su amor a manos llenas,

caen, bajo el peso de sus obras buenas,

sucios, enfermos, trágicos,… ¡sobrantes!

 

¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!

¡Nunca sigas impulsos compasivos!

¡Ten los garfios del odio siempre activos

los ojos del juez siempre despiertos!…

 

¡Y al echarte en la caja de los muertos,

menosprecia los llantos de los vivos!

 

 

 

¡Molto piu avanti ancora!

 

El mundo miserable es un estrado

donde todo es estólido y fingido,

donde cada anfitrión guarda escondido

su verdadero ser, tras el tocado.

 

No digas tu verdad ni al más amado,

no demuestres temor ni al más temido,

no creas que jamás te hayan querido

por más besos de amor que te hayan dado.

 

Mira cómo la nieve se deslíe

sin que apostrofe al sol su labio yerto,

cómo ansía las nubes el desierto

sin que a ninguno su ansiedad confíe…

 

¡Trema como el infierno, pero ríe!

¡Vive la vida plena, pero muerto!

 

 

 

¡Moltissimo piu avanti ancora!

 

Si en vez de las estúpidas panteras

y los férreos estúpidos leones,

encerrasen dos flacos mocetones

en esa frágil cárcel de las fieras,

 

no habrían de yacer noches enteras

en el blando pajar de sus colchones,

sin esperanzas ya, sin reacciones

lo mismo que dos plácidos horteras;

 

Cual Napoleones pensativos, graves,

no como el tigre sanguinario y maula,

escrutarían palmo a palmo su aula,

buscando las rendijas, no las llaves…

 

¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:

a escrutar las rendijas de tu jaula!

 

 

 

Vera violetta

 

En pos de su nivel se lanza el río

para el gran desnivel de los breñales;

el aire es vendaval; y hay vendavales

por la ley del no-fin, del no-vacío.

 

La más hermosa espiga del estío

no sueña con el pan en los trigales;

el más noble panal de los panales

no declaró jamás: Yo no soy mío.

 

Y el sol, el padre sol, el raudo foco

que lo fomenta todo en la Natura,

por fecundar los polos no se apura,

ni se desvía un ápice tampoco…

 

¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,

siempre que lo permita tu estatura!

 

 

 

La yapa

 

Como una sola estrella no es el cielo,

ni una gota que salta, el Océano,

ni una falange rígida, la mano,

ni una brizna de paja, el santo suelo:

 

tu gimnasia de cárcel, no es el vuelo,

el sublime tramonto soberano,

ni nunca podrá ser anhelo humano

tu miserable personal anhelo.

 

¿Qué saben de lo eterno las esferas;

de las borrascas de la mar, la gota;

de puñetazos, la falange rota;

de harina y pan, la paja de las eras?…

 

¡Detente, por piedad, pluma, no quieras

que abandone sus armas el idiota!

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