La vida nos trajo a la vida sin nuestra voluntad, pero con nuestra voluntad viviremos. Parece una paradoja, ¿verdad?
No pedimos nacer, no sabemos vivir, no queremos morir.
Todo en la vida posee dualidad, polaridad. Por ejemplo, el dar a luz duele y alegra al mismo tiempo. Nos pone felices que se emancipen nuestros hijos y al mismo tiempo nos entristece el que se vayan. Nos alegramos de que un ser querido fallezca porque estaba sufriendo demasiado y al mismo tiempo lloramos y lamentamos con dolor su ausencia. Se trata de aprender a integrar las polaridades conviviendo con ambas, entendiendo que son parte de nuestra naturaleza humana.
En general, todos los aprendizajes son duales; por ejemplo: ¿cómo saber que estamos felices, si no conocemos la tristeza?, ¿o cómo sabremos que tenemos calor si no conocemos el frío?, ¿cómo definirnos que estamos sanos? Y seguramente porque hay ausencia de enfermedad.
No resistirse o luchar la dualidad, más bien darle la bienvenida porque es parte de la experiencia del aprender.
La pregunta del millón: ¿Qué tal con tu vida?
Sabías que lo que fue o cómo fue no tiene que ver con cómo en realidad sucedió.
La capacidad de ser resiliente es salir favorecido de la adversidad, es ser agentes transformadores de negatividades en positividad o posibilidad; todo suma, enseña y fortalece.Tomar los aprendizajes de la vida con gratitud es señal de sabiduría y humildad.
Eso nos convierte en personas grandes y generosas.No nacemos sabiendo y a veces las cosas nos lastiman y dañan, nacemos para hacer experiencia, aprender, crecer, hacernos fuertes y más humanos mediante las experiencias; en definitiva, trascendernos.
Y cuando ya no estemos porque dejamos este plano, seguiremos vivos en el legado que contribuye a alguien de la sociedad.Alguien me dijo alguna vez en un momento duro de mi vida: “Nunca te arrepientas de lo que has hecho con amor”. Y hoy te lo digo yo a vos, he entendido que cada uno somos en cada instante nuestra mejor versión.