Por Ricardo Iacub para Clarín *
[dropcap]L[/dropcap]a pregunta por el impacto de la jubilación sobre la salud y la calidad de vida resulta bastante menos que evidente. Algunos comienzan a disfrutar evitando las tensiones y los esfuerzos del trabajo, mientras que otros padecen consecuencias negativas tanto a nivel mental como físico. Por esta razón determinar cuáles son los factores que aumentan o disminuyen los riesgos y los recursos que este cambio vital produce resulta de gran importancia.
Diversos estudios han evidenciado la multiplicidad de factores que inciden en los modos de vivenciar este cambio vital, considerando que la adaptación al retiro implica perspectivas dinámicas y multidimensionales, ya que es un proceso que depende tanto de los recursos individuales como de los factores sociales, económicos, familiares, etc.
Un estudio holandés (2008) investigó el impacto de lo voluntario de la jubilación a nivel de la salud durante los 6 años posteriores. Sus hallazgos sugieren que aquellos que viven la jubilación como algo elegido tienden a adoptar un estilo de vida más saludable. Por el contrario, quienes se sienten obligados, se involucran con mayor frecuencia en conductas poco saludables como fumar y beber. Muchas veces como un medio para hacer frente al estrés producido por una salida imprevista o no deseada.
Un estudio canadiense (2013) abordó las transformaciones del funcionamiento cognitivo que se producen durante los 4 años siguientes a la jubilación, enfatizando que el funcionamiento cognitivo se puede ver afectado por la carencia de motivaciones y necesidades intelectuales, los disminuidos niveles de actividad cognitiva y cambios anímicos.
Cuando dejar de trabajar reduce los niveles de exigencia intelectual previos, aumenta los niveles de desuso e incrementa los niveles de depresión, se genera una pérdida de recursos cognitivos. Mientras que la presencia de actividades nuevas o desafiantes y la mayor variedad de tareas cognitivas pueden ayudar a incrementar su potencial y su mejor desempeño.
Recientemente un estudio sobre la calidad de vida y el riesgo de muerte después de 6 años de la jubilación, publicada por Steffens y otros (Australia, 2016) en base a una investigación realizada en Inglaterra, nos devela importantísimos resultados.
Los datos actuales arrojan que entre el 10 y el 25% experimenta una notoria caída de su salud y bienestar. Entre los factores que se investigan se encuentran las trayectorias de salud de las personas jubiladas, teniendo en cuenta en qué medida el sentirse incluido o aislado incide en el funcionamiento cognitivo y afectivo, pudiendo a su vez afectar la salud en general.
El estudio destacó la importancia de la continuidad entre los ámbitos de participación previos y posteriores a la jubilación. Las personas que continuaron siendo miembros de grupos sociales deportivos, profesionales, religiosos, sindicales, recreacionales u otros, tenían menos riesgo de muerte en los primeros seis años de la jubilación. Más específicamente pudieron delimitar que aquellos que pertenecieron a dos grupos antes del retiro, y continuaron con ambos, solo tenían el 2 % de riesgo de muerte en los primeros cinco años. Incrementándose al 5 %, si solo se quedaban en uno, y al 12 % si abandonaban ambos. Lo que implica que por cada grupo de miembros que los participantes pierden en el año siguiente a la jubilación, su calidad y cantidad de vida, resultaba aproximadamente un 10% inferior.
Los resultados de estas investigaciones nos demuestran la importancia de que podamos conocer y actuar en consecuencia frente a un cambio de tales proporciones. La cuestión no es jubilarse o no, sino atender a los modos en que este cambio sucede, y la capacidad individual y social para prevenir sus efectos perjudiciales y estimular los positivos sobre la salud.
* Psicólogo, especialista en Adultos Mayores