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21 noviembre, 2024
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"Los abuelos que no tuve: una presencia que se construye desde el vacío"

[dropcap]L[/dropcap]a historia de Mates e Idesa Jablonka es reconstruida en el libro “Los abuelos que no tuve” por un nieto que nunca conocieron, quien a través de una búsqueda incansable pudo acercarse a esas figuras desde la nada y volver en el tiempo para encontrar sus huellas antes de que se borraran definitivamente.

“Sus vidas se terminan mucho antes de que la mía comience”, escribe Ivan Jablonka en la introducción: “Los padres de mi padre murieron y siempre estuvieron muertos. Son mis dioses tutelares, velan por mí y aún me protegerán cuando los haya alcanzado”.

El volumen, publicado por Libros del Zorzal, es una investigación que el autor considera una “biografía personal”, donde lo primero en aparecer es el escenario: Parczew, la aldea judía en Polonia en la que nacieron hace 100 años.
“Mi padre nació en París durante la guerra, yo vivo en París desde siempre, pero me parece que estamos afectiva y visceralmente ligados a ese pueblo que uno tarda varios minutos en encontrar en el mapa, apenas un punto entre Lublin y Brest Litovsk, en los confines de Polonia, Ucrania y Bielorrusia”, ubica en el libro.

Y relata que su interés por conocer el itinerario de sus abuelos no fue compartido por su padre, aunque ahora se sienta culpable por no haberse ocupado de joven por indagar sobre ellos. Pero él sí recorre las antiguas calles, va a la municipalidad y da con el acta de casamiento y un primer descubrimiento: “Mi abuela nació como ilegítima”.

Mates, que tenía cinco años cuando estalla la Primera Guerra Mundial, fue el tercero de cinco hermanos (tres varones y dos mujeres). Había un sexto que falleció a los dos años. Los dos mayores, Simje y Reizl, emigraron a la Argentina.

El abuelo -acumula información el nieto- era un artesano del cuero, un excelente orador y un “marxista puro y duro”. Considerado el “loquito” de la familia “y el líder del microcosmos judío comunista de Parczew” de quien se enamora Idesa, miembro del partido comunista polaco: ambos conocerán cinco años de cárcel y el exilio en Francia, a fines de los años 30.

“La idea de tomar a mis abuelos como objeto de estudio -escribe el autor- se remonta a 2007”, un proyecto “basado en archivos, entrevistas, lecturas, contextualización, razonamientos sociológicos”, desgrana sobre el método que utiliza para recrear con mayor fidelidad a sus abuelos, que en junio de 1937 se casan en la aldea polaca.

Primero Mates, y luego la abuela, arriban a París en abril del año siguiente “sin un centavo, sin visa, sin hablar una palabra de francés (…) en una hora se acurrucará contra su marido y comenzará su nueva vida”.

En un archivo con dos millones de expedientes, perteneciente a la Seguridad Nacional del Ministerio del Interior que primero fue incautado por los alemanes y después por los soviéticos antes de ser devueltos a Francia, el nieto encuentra anotados a Mates e Idesa como extranjeros ilegales, también fotografías de los dos.

Vivieron en París, sin documentos, sin dinero para irse a otro lugar. Tienen una hija Suzanne y en 1939, Mates vuelve a la prisión porque su situación continúa siendo irregular.

historia-de-los-abuelosCuando sale, ingresa en la Legión Extranjera e Idesa, embarazada de ocho meses (pronto da a luz al pequeño Marcel), junto a su hija Suzanne se reencuentran con el legionario; éste solicita en mayo de 1940 al Ministro del Interior la naturalización de sus dos hijos nacidos en París. Un mes después entra al combate en Ploisy.

“Tras haber servido a Francia durante once meses, es devuelto a la vida civil”, apunta Jablonka, empecinado en recorrer el mismo camino que su abuelo.

En 1941 se producen las primeras detenciones de judíos, Mates huye mientras Idesa queda sola con sus niños. En julio de 1942, el padre del autor tiene dos años. Un psicoanalista mucho después hace aflorar el recuerdo.

“Estamos en casa. Estoy en un cuarto con Suzanne, nuestra madre está en la otra pieza -evoca el padre-. Estoy angustiado porque Suzanne dice que mamá está llorando con dos señores”.

En las páginas siguientes, el nieto cruza información sobre sus abuelos que se reúnen y separan en esos días en los cuales el lugar de encuentro era el Pasaje de Eupatoria 15, segundo piso, donde vive Mates.

Idesa obtiene una dirección para dejar a sus niños con una española. Y Jablonka encuentra el rastro de la hija de esa mujer y ahí se entera que la abuela va a buscarlos, los extraña.

Pero los abuelos son arrestados en el pasaje el 25 de febrero de 1943 bajo la mirada de una niña de quince, Sarah.

“Mientras que va caminando por la vereda derecha, ve al Polaco, el vecino de Mates e Idesa, por la vereda de enfrente. Lleva de la mano a Susanne y a Marcel, llorando, azorados”, relata hoy el nieto y precisa: “Mis abuelos salen del mundo de los vivos”.

Esa certeza no impide que el autor analice otras hipótesis, para poder enfocar cómo se dieron los hechos. Idesa es trasladada a la Prefectura y Mates es encerrado en una comisaría. Días después, es internado en el campo de Drancy, donde se reencuentra con Idesa.

Antes de ser deportados logran enviarles una postal a los pequeños: “Mis queridísimos hijos, les escribimos esta tarjeta a modo de adiós”. Y les llega otra: “Nuestros corazones están rotos porque nos han forzado a abandonarlos a tan temprana edad”.

Gracias a las actividades de resistencia del Comité Amelot, los niños parten al poco tiempo a Bretaña.

La prima de la mujer de Mates escribe una carta a los parientes argentinos -que el padre de Ivan Jablonka rescata en un viaje- para contarles que los niños se salvaron, no así los abuelos que murieron en Auschwitz.

“Mi estudio no me ha traído paz -escribe el autor al final-.Soy capaz de mirar de frente sus vidas y sus muertes, pero siempre seguiré siendo ese chiquito acostado sobre una tumba, con sus dioses velando por él”.

Luego de una investigación “que me hizo conocer a toda suerte de testigos, que me condujo a Polonia, Israel, Argentina, Estados Unidos, (…) trabajar con textos en ídish, hebreo, polaco, español, inglés alemán, di lo mejor de mí, nieto e historiador, atraído por la llama desnuda de la verdad frente a la cual nuestros corazones intentan en vano cauterizarse”.

Buenos Aires, 08 de julio (Télam) Mora Cordeu

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