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23 noviembre, 2024
VIVIR PLENAMENTE
Tona Galvaliz

“Todo es posible para el que cree y confía” por Tona Galvaliz

Los testimonios de fe son muy inspiradores, hoy en esta columna, y el día de la Santificación de María Antonia de la Paz y Figueroa, protagonista de la nota, nuevamente comparto mí historia, que ya lo hice en este diario allá por el año 2020.

Luego del casamiento de mis padres, mi madre rápidamente quedó embarazada y dio a luz por cesárea a mi hermana mayor, Analía. Mamá, quien aún vive, era alérgica a los métodos anticonceptivos para regular la natalidad y su salud no propiciaba futuros embarazos. Pese a ello y en contra a las sugerencias médicas, a los seis meses de ese nacimiento quedó nuevamente embarazada, esta vez de mí. Su confianza era sólida y con la convicción en la Voluntad Divina frente a toda dificultad, respondió siempre con un “Sí a la vida”. Hoy tiene cinco hijas y un embarazo que no prosperó.

Al cumplir un año, a Analía se le presentó un importante estrabismo, teniendo que ser trasladada a la capital del país para ser atendida por un experto profesional. Siendo oriundos de la provincia de Corrientes, mi madre y hermana volaron con destino a Buenos Aires. Mi papá, médico cirujano gastroenterólogo, no pudo sumarse al viaje debido a que tenía pacientes delicados y resultaba imprudente dejarlos al cuidado de otras manos médicas. Yendo y viniendo de estudios de ojos, mamá rompió bolsa al estar tan sólo de casi 26 semanas (seis meses) de gestación. Tuvo que ser internada de urgencia y recibió tratamientos médicos específicos con reposo absoluto en el mejor sitio en cuidados especiales de Neonatología de ese entonces “Pequeña Compañía de María”, hoy Mater Dei.

Ni bien se enteró de los acontecimientos, mi abuela María del Rosario viajó para cuidar a su hija hospitalizada con la bolsa rota y conmigo dentro. A mi abuela la llamábamos “Mamé”, poseedora de un alma piadosa e inquebrantable fe. Ella, durante todo ese tiempo al terminar el régimen de visitas recorría diariamente los templos, para ofrecer misas pidiendo por la maduración y nacimiento saludable del bebe (yo).

Al transcurrir 30 días de reclusión, el 30 de marzo de 1961, en tiempo de cuaresma para los cristianos, “Mamé” siguiendo su conducta de fe cotidiana decidió entrar en una iglesia que encontró a su paso, la Parroquia “La Piedad” ubicada en Bartolomé Mitre 1523. Como lo hacía todos los días en Buenos Aires, pidió por su hija y el embarazo. Ya dentro, notó que todas las imágenes de Santos y Vírgenes estaban tapadas con un paño púrpura, menos una estatua grande de una mujer tallada en blanco, con un imponente báculo terminado en cruz. Se acercó a ella para suplicarle por su hija y la salud del bebé.

Parada conversando corazón a corazón con la mujer de blanco, miró hacia la izquierda y descubrió una puerta; golpeó y le atendió una religiosa quien evacuó sus consultas. Le entregó todo tipo de información junto a una medalla de bronce con imagen acuñada de la entonces venerable María Antonia de la Paz y Figueroa. Recibió documentación acerca de su congregación “Hijas del Divino Salvador” y se enteró que allí mismo reposan sus restos mortales.

Al finalizar la conversación, profundamente conmovida y emocionada, se acercó nuevamente a la estatua con cariño y confianza en ella ya que sabía con quién conversaba y le pidió, una vez más, por su hija. Dadas las condiciones, le entregó a ella sus miedos de que surjan complicaciones o infecciones en el embarazo complicado, y que nazca a la brevedad su nieto/a. Antes de retirarse, le hizo una promesa a Mamantula, que si el bebé llegaba a ser mujer le pediría a su hija que la llamara María Antonia como ella. Pronto se dirigió al hotel donde se hospedaba, y ni bien ingresó recibe un llamado telefónico del Sanatorio avisándole que su hija acababa de dar a luz una nena al mediodía, justamente en el mismo horario de la súplica a “María Antonia de la Paz y Figueroa”.

Inmediatamente se fue a ver a su hija que se encontraba tranquila y muy bien, la saluda y ésta le reporta que la recién nacida -yo- estaría un mes o tal vez más en incubadora con carpa de oxígeno y pulmotor entre otros protocolos, dependiendo de la evolución y maduración del prematuro con riesgo a que el instinto de deglución no desarrollado al momento perdure, teniendo que ser alimentada permanentemente por sonda nasogástrica, lo que más tarde se resolvió felizmente.

Mi abuela tenía pensado contarle en detalle lo que le sucedió ese día en la parroquia, para después solicitarle que coloque a su nieta el nombre de María Antonia, en honor a la Mamantula. Mi madre se anticipó sin conocer esos hechos y mencionó a su madre: “A la niña la llamaré María Antonia”, justamente idéntico al nombre que ella pensaba sugerirle. Atónita pregunta: “¿A qué se debe ese nombre inédito?”. Mamá le respondió: – “Mamita”-como se dirigía a su madre- “la llamare así en honor a tu mamá”. Aclaro al lector que mi bisabuela era conocida únicamente como María.

Como dice Einstein: “Dios no juega a los dados, nada es inocente, todo tiene una razón y lógica inteligente” ¿Cómo llamar estas misteriosas y felices coincidencias?… ¡¿Milagro?!

De algo estoy segura: “Para quien tiene fe y cree todo es posible”.

Te mando un beso inmenso TG.

IG Tona Galvaliz. FB/LinkedIn. 

María Antonia Galvaliz. Counselor-Logoterapia-Biodecodificación- Coaching Ontológico y Sistémico- Speaker- PNL- Coaching WingWave- Escritora Columnista- Desarrollo Humano personal y organizacional

 

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