Hablar del libro es hablar de encuentro. Hoy, bajo las circunstancias de aislamiento, el encuentro lector adquiere una significación especial. Pero tener un libro en la mano, no nos hace lectores, requiere un esfuerzo. En primer lugar hay que ir en la búsqueda, eso es personal, supone descubrir quiénes somos a la hora de elegir. En segundo lugar hay que hacer un esfuerzo de comprensión para que tenga sentido el acto de leer. Encontrarse con un libro conlleva la construcción de un vínculo. El vínculo es único y personal.
Todo esto no puede realizarse sin una implicación con las palabras de quien escribe. Es allí donde se produce un lazo afectivo con la historia que se cuenta.El encuentro genuino es, entonces, cuando el libro nos lee a uno. Se produce cuando salimos transformados porque después de leer ya no somos los mismos.
Me permito compartir con ustedes un ejemplo de lo que les digo con algo que me sucedió la primera vez que leí el libro Antes del fin, de Ernesto Sábato.
Hay una escena donde él era un niño que se acababa de mudar de su pueblo natal hacia la ciudad de La Plata. La profunda soledad que sentía lo llevó a refugiarse en la pintura.
Estaba en el parque pintando cuando de pronto unos chicos se acercan, rompen sus dibujos, patean sus pinturas y él queda inmóvil, más desolado que antes. No pude seguir leyendo. Sentí el dolor de un niño de once años que se enfrentaba a un contexto tan lejano para él, sin sus referencias afectivas, sin sus códigos, sin su lenguaje, sin sus aromas, en un ambiente tan hostil para su alma. Recordé de inmediato mis propias mudanzas de niña y no pude contener las lágrimas. Lloré por él, lloré por mí. Leí muchas veces el mismo
libro, como si con eso hiciera drenar una herida, hasta que sanó.
Es aquí donde se cierra el maravilloso círculo del vínculo lector, hay un Otro que nos traduce, nos habla de aquello que ni siquiera sabíamos de nosotros mismos. El texto nos despierta, nos empuja a revisar nuestra condición, nos provoca y es allí, donde comienza el viaje.
Por eso hoy, que no podemos viajar, ni encontrarnos, ni trasladarnos pero tenemos tiempo, es la gran oportunidad de hacer un viaje íntimo con un libro, para explorar los paisajes internos que sólo se descubren entre los sinuosos caminos de las páginas.