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24 noviembre, 2024
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Elecciones 2019: aunque la ley no los obliga, los mayores de 70 votaron e influyeron en las presidenciales

El Gobierno convocó a la gente mayor de edad para que se exprese en las urnas el pasado domingo 27 de octubre. El objetivo era aumentar el presentismo de quienes ya no tienen la obligación de   votar en estas elecciones para superar el porcentaje de participación ciudadana durante las elecciones del 2015 y el de los inolvidables comicios del 83 que marcaron el retorno de la democracia.

La ley no establece un límite de edad concreto para emitir el voto obligatorio, pero a partir de los 70 años este derecho se convierte en opcional. Según el último censo del 2010, los adultos mayores de 70 años constituyen el 8,4% del total de la población, lo que equivale a unos 3,5 millones de personas. Entre el oficialismo, el razonamiento es compartido: aumentar la base electoral que obtuvo en el 2015 para torcer el rumbo en las próximas elecciones.

“Las personas mayores de 70 años se sienten parte de la historia. Quieren votar porque sienten un compromiso moral y un deber como ciudadano. Suelen ser los primeros en ingresar al cuarto oscuro”, explicó Christian D’Alessandro, abogado previsionalista y periodista especializado en seguridad social.

A pura emoción, la tercera edad se preparó para celebrar la democracia una vez más. Los problemas de salud no fueron un obstáculo ante la firme convicción que sienten por emitir su voto en las urnas. “Están ansiosos y pendientes de lo que suceda el domingo”, remarcaron a quienes pudimos consultar durante la jornada electoral desde www.vivirplenamente.com.ar .

TESTIMONIOS DEL PAÍS

Norma tiene 87 años y su estado de salud requiere de atención médica porque sufrió un accidente cerebrovascular en el pasado. “Siempre me preparo como si fuera la primera vez. Antes, te imponían a quién elegir. Hoy, siento la libertad de hacerlo por cuenta propia. Me alegra saber que voy a ser yo quien decida”, recuerda. En efecto, hasta la promulgación de la Ley Sáenz Peña, que estableció el voto secreto y obligatorio, la elección de los candidatos era hecha de manera no del todo democrática. “El país necesita de nuestro voto. Espero que la patria tenga suerte”, agregó.

Carmen tiene 83 años y sigue un ritual: rezarle a la Virgencita del Rosario por la patria. Con su bastón marca asistencia perfecta en todas las elecciones. Recuerda que votó por primera vez en un barrio peronista de Lugano en 1983. Hija de inmigrantes, padre italiano y madre española, junto a su hermana fue la primera mujer de la casa en participar de la democracia. “Era un encuentro festivo donde te vestías con lo mejor que tenías. Se usaban camisetas blancas arremangadas y pantalones azules. Todos empujábamos para adelante”, rememora. Sus ojos se inundan de lágrimas cuando evoca aquel famoso abrazo que se dieron Balbín y Perón en el Comité de Madero en ocasión del retorno de la democracia. “Me da tristeza ver a la Argentina dividida. Tenemos que marchar todos juntos. Espero que sea el legado para mis hijos y nietos”, pondera.

“Voy a seguir votando hasta que Dios me de vida”, afirma Olga, de 75 años, quien fue fiscal de mesa en la Escuela N° 17 Luis Bernandeli de la Comuna 7, en barrio Cafferata, de la ciudad de Buenos Aires para “cuidar los votos” y aportar un granito de arena, según cuenta. Macrista de alma, como se autodefine, también fiscalizó durante las elecciones del 83, cuando sintió libertad después de haber atravesado tantas angustias. “Tengo la esperanza de que todo salga bien”, subraya.

“Soy peronista hasta la médula. Voy a seguir votando hasta el final porque cada participación marca la esperanza de que el país cambie sin distinción de partidismo”, dice el misionero Roberto (73.

Con 82 años, Ana rememoró sus 18 cuando votaba con el entusiasmo y compromiso de la juventud. “Mi papá era radical. Me inculcó votar por los derechos del otro y no para el bolsillo. Siento que es necesario apoyar al país que queremos construir”, manifiesta. En tanto Olga, de 70 años, cuenta que lleva su boleta preparada para evitar “líos” y que al votar en una institución grande, la Iglesia Medalla Milagrosa, no sufre el tiempo de espera. “Quiero seguir este rumbo para mejorar”, enfatizó.

Susana (76), apuesta por una Argentina inclusiva. “Sentí la ilusión y emoción de una piba de 15 ante el entusiasmo que me genera seguir participando de elecciones democráticas”. Hija de un peronista de ley, según cuenta, se emociona al hablar sobre el año 73, cuando, embarazada de ocho meses, viajó hasta Ezeiza para asistir a un momento histórico: recibir a Perón luego del exilio.

“Primero el voto, después el almuerzo”, dice María (88). “Esperanza, justicia y libertad”, es lo que espera Marta (71),  quien llevó hasta su boleta preparada por temor a equivocarse ante la ansiedad que le genera el momento del cuarto oscuro.

Lo cierto es que más allá de las expectativas por el recuento de votos, desde una y otra ideología, todos tienen un paradigma en común en cada elección: participar en la historia para construir una Argentina unida que empuje hacia adelante.

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