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24 noviembre, 2024
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"Resiliencia": superar el dolor desde la risa

[dropcap]M[/dropcap]antener el buen humor en momentos de crisis. Fácil de decir, difícil de hacer. Y, sin embargo, el humor es una de los recursos de la resiliencia.

La palabra resiliencia se ha ido instalando en el vocabulario, terapia mediante. Según la Asociación Psicoanalítica Norteamericana, la resiliencia es un fenómeno cotidiano: el proceso de adaptarse a la adversidad, a un trauma, a una tragedia, a una amenaza o a fuentes de tensión. Algo que todos hacen desde siempre.

Tener una buena capacidad de resiliencia no significa no sufrir, no pasar momentos de angustia ante las cosas malas, sino poder sobrellevarlo, procesarlo y seguir adelante. Hacer en forma eficaz el pequeño proceso de duelo que cada dolor cotidiano implica, con las herramientas adecuadas.

Entre las recomendaciones de la comunidad psicoanalítica para mejorar la resiliencia, las más comunes son fomentar las relaciones con el círculo más íntimo en momentos de crisis, no quedarse estancado –mantenerse activo, tomar decisiones, moverse hacia las propias metas– y tratar de no ver cada crisis como un obstáculo insuperable (algo común en situaciones extremas). Aceptar que el cambio, para bien o para mal, es parte de la vida y tomar la tragedia personal como un viaje de autoconocimiento, sosteniendo una visión positiva sobre uno mismo, fomenta la resiliencia.

¿Pero puede ser el humor una forma de adaptarse en momentos de crisis?

Cuando la vida no sonríe

“El humor surge con frecuencia de un defecto de la realidad, de algo que no es exactamente correcto o que no es correcto en absoluto”, explica el sociólogo belga Stefan Vanistendael en su ensayo Sonreír cuando la vida no nos sonríe, “Es cierto que el humor varía mucho entre culturas, aunque las estructuras subyacentes del humor son bastante estables, como el efecto de la sorpresa o la combinación de extrañeza y mantenimiento de la confianza”.

Reír ante la adversidad es, en esencia, aceptar su lado positivo, o su lado inusual, o su lado absurdo y dejarlo ir. Pero no es “una negación de los problemas”; continúa Vanistendael, “muy por el contrario, reconoce que hay un problema, pero de un chispazo enriquece nuestra percepción y nos revela un aspecto positivo –oculto u olvidado– de la situación”.

Bromeamos en los funerales. El chiste –o más bien la sorpresa que genera el chiste– ayuda a liberar la tensión. ¿Es esto moral y socialmente correcto? ¿Es psicológicamente correcto? Por lo pronto, el humor como mecanismo de defensa es un recurso de resiliencia tan válido como natural. Así y todo, bromear con los sufrientes transita por una frontera compleja. Porque, claro, según afirma el sociólogo belga, “el humor requiere normalmente de un clima de confianza”. Si no, se vuelve agresión.

Cosquillas en el alma

“En algunos casos la risa es algo mecánico, como las cosquillas, que no precisan que medie el humor, sino la sorpresa, el contacto físico, la interacción”, concluye Vanistendael. En situaciones de intimidad personal, es válido hacer reír a otro, al que está sufriendo. Hacerse cosquillas a uno mismo es imposible. ¿Pero pueden autoinfligirse “cosquillas psicológicas”? ¿Es posible reír de de la desgracia propia?

No solo es posible. Muchas veces, es necesario. Inclusive, es un proceso natural que lleva a cambiarle a algo su lugar en nuestro mundo. Nada se ve de la misma manera después de haber podido reírse, aún de lo más oscuro.

“Charles Darwin afirmaba que la sonrisa no es una respuesta al hecho de sentirnos bien, sino que el solo hecho de sonreír no hace sentirnos mejor”, dijo en una conferencia TED, Ron Gutman, creador de aplicaciones dedicadas a la salud y todo un experto en materia de los efectos terapéuticos de la risa y la sonrisa, “Un estudio alemán usó diagnóstico por imágenes para verificar cómo reaccionaba el cerebro cuando se detenían los músculos dedicados a la risa y confirmó la teoría de Darwin”.

“Si podemos reírnos de algo, podemos vencerlo”, dice Alejandro Angelini, maestro de comediantes, en su libro Comedia Zen, “Al reírnos de algo, ese algo pasa de ser un objeto de temor a un objeto de risa; eso de lo que nos reímos pierde gravedad. El objeto del que nos reímos deja de tener poder sobre nosotros”.

“El humor no se resigna, desafía”, explica el padre del psicoanálisis, ni más ni menos que Sigmund Freud, en su libro de 1927 en la materia, “Implica no solo el triunfo del mí, sino también del principio del placer que así encuentra el medio para afirmarse a pesar de las realidades externas desfavorables” .

O, como propone aquella canción que compusiera Charles Chaplin, “sonríe aunque te duela el corazón, sonríe aún cuando se te esté rompiendo, cuando haya nubes en tu cielo, podrás superarlo si sonríes… si sonríes a pesar del miedo y la tristeza, tal vez mañana veas salir el sol”.

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