El locutor y la conductora, quienes conviven actualmente en una clínica de rehabilitación de Palermo, protagonizaron el momento más emotivo de la noche en el Sheraton.
urante muchos años fueron dos emblemas de la radiofonía argentina. Y, aunque hoy les toque estar alejados de los medios y convivir en el mismo geriátrico, Cacho Fontana y Pinky siguen despertando el respeto casi reverencial de todos sus colegas.
Por eso, no extrañó que en la noche de los Martín Fierro de Radio ambos fueran distinguidos por APTRA en el Salón Libertador del Hotel Sheraton, donde tuvo lugar la ceremonia.
“Estamos viviendo en el Inter Plaza -una clínica de rehabilitación de Palermo-. Una carrera a la imaginación, un desborde de cariño, de buen trato, de generosidad y con una gran ilusión: estar lo mejor posible para quienes nos han querido durante tanto tiempo. Y nosotros los estamos extrañando mucho en este momento”, arrancó Cacho.
“Ustedes no saben lo difícil que es alejarse de este medio, que ha sido tan generoso con nosotros, que nos ha dado tanto. Ese público que a lo mejor me estoy despidiendo ahora de ellos… Agradezco a APTRA esta posibilidad”, continuó Fontana.
“Y por las dudas, no sé cómo será el destino, o no puedo imaginarlo, será la última posibilidad de hacer cámara y verlos a ustedes. Me imagino a todas las generaciones de todo el país. Terminar de agradecer sería algo como muy difícil, y decirles gracias es sumar algo tan vulgar, pero es la verdad. Gracias a todos, desde mi madre hasta la última persona que nos puede dar cariño y afecto, que es el público. Y han sido ustedes esta noche los referentes y que por una u otra causa están convocados para la reunión de APTRA y sus premios”, concluyó.
Luego, Héctor Larrea, quien tuvo el honor de presentarlos, le preguntó a Pinky si quería decir algo o si se sentiría cómoda haciéndolo. “Cómo no me voy a sentir cómoda si la radio y la televisión son los únicos lugares en el mundo donde jamás he tenido miedo -contestó-. Lo escuchaba a Cacho y él me dio una sorpresa. Estuvimos 30 años sin vernos y un día me llama por teléfono, yo ya llevaba un largo tiempo en la cama, y me dice: ‘Hay un amigo mío que se llama Salvador que quiere hablar con vos’. Era el dueño de la clínica que hace honor a su nombre. Por eso este homenaje que me sensibiliza tanto se lo dedico a él, porque si no fuera por él yo no estaría acá para recibirlo”, agregó, potenciando aún más la emoción entre todos los presentes.
“Estamos frente a ustedes de la mejor manera posible. Este es un modelo ’32, si usted lo ve en la vidriera tan mal no está, pero si abrimos el capot nos vamos a dar cuenta de que hay mucho por corregir y mucho por darle otra vida”, agregó Cacho, entre risas.
“Pero yo que creía que era la única que le abrieron la puerta y entraron 83 años de golpe”, se sumó su colega con humor. “Tenemos un pasado, entonces lo que debemos hacer ahora es seguir intentando crear, o al mismo tiempo dar vía a otro pasado, de otra carrera, de otro andar. Porque voluntad hay, ganas hay, y no es cuestión de pedir, es cuestión de sentir, aquí no hay otra posibilidad que esa, la de estar diciéndoles a ustedes gracias”, concluyó.
“Gracias, uno por uno y a cada uno, y un beso y medio a cada uno, se lo reparten por favor”, dijo Pinky.