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24 noviembre, 2024
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La ansiedad en los adultos mayores y cómo detectarla

Se trata de un trastorno difícil de reconocer, ya que sus síntomas suelen ser confundidos con los de otras enfermedades.

La ansiedad es un fenómeno natural en la vida de un ser humano. ¿Quién no se ha sentido ansioso alguna vez en algún momento de su vida? Quizás antes de un examen en la escuela, de una cita romántica, de una entrevista de trabajo o al tener un ser querido enfermo. La ansiedad, caracterizada por intranquilidad, insomnio y tensión muscular, es un fenómeno casi universal en el ser humano.

Pero cuando esos síntomas son constantes y se presentan incluso después de que la causa de la ansiedad se ha solucionado, llegando a alterar las rutinas diarias y la calidad de vida de la persona, se dice que se ha producido el llamado desorden de ansiedad.

Debido a que muchos de los síntomas de los desórdenes de ansiedad se confunden con los de otras enfermedades, durante mucho tiempo se ignoró la frecuencia de la ansiedad en personas mayores. Recientes estudios han demostrado que los desórdenes de ansiedad son muy comunes en gente de avanzada edad, por lo que se les ha venido a llamar “el gigante geriátrico silencioso”.

Con una prevalencia que va del 10% al 20% de la población adulta mayor, estos desórdenes son dos veces más frecuentes que la demencia (8%) y de cuatro a ocho veces más frecuentes que la depresión (1%-3%) en personas que superan los 65 años.

Existen cinco tipos de desórdenes de ansiedad: el generalizado, las fobias, el trastorno obsesivo compulsivo, el síndrome del estrés postraumático y los ataques de pánico; los dos primeros son los tipos más frecuentes de trastorno de ansiedad en las personas mayores.

Los síntomas más frecuentes de ansiedad son la sensación de intranquilidad y de que algo inminente va a suceder, de sentirse amenazado, vulnerable e incapaz de controlar la situación que se vaya a presentar. Debido a que la persona también puede experimentar falta de aire, dolor de pecho, dolor de cabeza o adormecimiento de manos y pies (síntomas comunes de otras enfermedades propias del adulto mayor), la ansiedad es muchas veces difícil de reconocer.

Las condiciones que más predisponen a una persona de avanzada edad a presentar este problema son: ser mujer, tener fragilidad física y emocional, sufrir de algún tipo de enfermedad crónica, haber perdido soporte social, haber pasado por un trauma reciente, usar múltiples medicinas, vivir solo, tener menor educación formal, pensar que se tiene mala salud, tener limitaciones físicas que dificultan las actividades diarias, haber sufrido eventos adversos en la infancia y haber experimentado acontecimientos vitales estresantes.

—Diversos comportamientos—

El desorden generalizado de ansiedad se caracteriza porque –al menos por seis meses– la persona sufre de constantes preocupaciones en sus relaciones personales, sus finanzas o su salud. Tiene también gran dificultad para controlar esa preocupación, y los síntomas empiezan a interferir con su vida diaria.

En tanto, las fobias se caracterizan por un miedo irracional a situaciones, objetos o actividades; la agorafobia es la más común de todas las fobias en gente mayor. Aunque la agorafobia significa literalmente temor a los espacios abiertos, en realidad es más compleja que eso. Se trata del miedo a las situaciones incómodas, en las que uno pueda sentirse atrapado sin saber qué hacer en caso de que se tenga un ataque de ansiedad.

Es una especie de tener miedo del propio miedo, por lo que la persona mayor con agorafobia evita los lugares públicos, las reuniones sociales y puede llegar al aislamiento social.

—Tratamiento diferenciado—

Lamentablemente, hay muy poca investigación con respecto al tratamiento adecuado de los trastornos de ansiedad para el adulto mayor, y los médicos tienden a usar los mismos medicamentos que usan en jóvenes, especialmente las benzodiacepinas, que causan muchos efectos secundarios en aquellos de avanzada edad.

De acuerdo con una revisión de 17 estudios, publicada en la revista “Psychology and Aging” de marzo del 2007, se encontró que el entrenamiento de relajación, la terapia cognitiva del comportamiento y la terapia de soporte fueron muy efectivas en el tratamiento de la ansiedad en el adulto mayor.

Del mismo modo, un reporte de la Sociedad Norteamericana de Geriatría advierte que, debido a una mayor sensibilidad al medicamento, las benzodiacepinas para el insomnio deben ser usadas en dosis mucho más bajas en este grupo, debido a la marcada somnolencia que causan. Además, este tipo de tratamiento debe estar siempre asociado a terapia del comportamiento.

Y aunque sin estudiar específicamente a personas mayores, un estudio británico encontró que el uso de las benzodiacepinas (utilizadas por 63% de los pacientes con ansiedad) y los medicamentos para dormir llamados medicinas Z, que incluyen el zaleplon, el zolpidem y el zopiclone, están asociados a un mayor peligro de muerte en sus usuarios. No se sabe la causa de esta observación, y los mismos autores indican que los resultados deben interpretarse con cuidado.

—Corolario—

En general, la salud mental es un aspecto muy descuidado de la salud del ser humano. No es raro que cuando una persona –especialmente una mayor– presenta síntomas físicos o corporales, la investigación médica se centre casi exclusivamente en la búsqueda de alguna enfermedad del cuerpo.

Incluso cuando los exámenes auxiliares son repetidamente negativos, el profesional de la salud muchas veces no piensa en explorar la salud mental del paciente.

Especialmente en el adulto mayor, la salud mental debe ser siempre explorada, de otro modo, desórdenes de ansiedad, depresión y demencia pueden no ser diagnosticados a tiempo.

 

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