En el último programa de Vivir Plenamente, conversamos con el rabino Natan Waingortin sobre la festividad del Rosh Hashaná. “Es el Año Nuevo en el calendario del pueblo judío, en el que celebramos un año más de la creación del mundo y, más precisamente, del ser humano. Es -de alguna manera- el cumpleaños de la humanidad entera. Celebramos poder renovarnos y por eso nos deseamos el saludo “Shana Tová Umetuká” (“Un año bueno y dulce”)”, contó el rabino.
“Shaná (año) tiene la misma raíz que las palabras en hebreo “shinui” (cambio) y “shinun” (repetición). Entonces, ¿cambio o repetición? ¿Se repite siempre lo mismo? ¿O cada año es diferente y único? Quizás son las dos, juntas hacen la naturaleza del tiempo, que gira y se van repitiendo las mismas experiencias que vamos viviendo, pero siempre en un escalón más alto. Es como una espiral ascendente”, explicó.
Entonces, ¿cambio o repetición? ¿Se repite siempre lo mismo? ¿O cada año es diferente y único?
“Rosh Hashaná significa “cabeza del año”, entonces lo que festejamos es la posibilidad de renovarnos y de hacer que la experiencia de transitar el mismo año que el anterior, haga de este diferente y mejor. Sea más fresco, con más optimismo, con más experiencia de familia, más preocupación de bienestar emocional, más llamados telefónicos a nuestros seres queridos, que tengamos menos miedo y más ganas de salir al aire libre. Sea un año en el que seamos nosotros mismos, la mejor versión que Dios nos regaló para poder ser auténticamente libres y humanos”, concluyó.
TIEMPO DE INTROSPECCIÓN
Durante la entrevista, en sus manos sostenía el shofar, “un instrumento milenario que incluso los pueblos originarios lo han tenido, con otro nombre”, comentó. “Es un cuerno auténtico, que se ha usado para congregar a los pueblos. Lo que hacemos es sentir profundamente el vibrante sonido de la voz del shofar y que nos vibre el corazón. Uno siente cómo vibra el alma por su sonido tan imponente. Busca llamarnos a la introspección, al recuerdo”, describió.
CONECTADOS
También comentó que en pandemia, el contacto con los adultos mayores de la comunidad se mantuvo principalmente por teléfono. “Es el medio que más usamos, llamándolos cada semana o cierto tiempo, acompañándolos, solo para charlar y que nos cuenten de sus vidas, de cómo llegaron a esta ciudad, de cómo llegaron sus padres a América”, contó.
“El año pasado, en el Yom Kipur, Día del Perdón, fue muy especial porque lo hicimos virtual a través de Facebook. Estuvo un grupo muy reducido en la sinagoga. Este año lo vamos a hacer, con todos los protocolos, y que los adultos mayores puedan venir. Sabemos que a algunos todavía les cuesta animarse”, manifestó.
“Ahora estamos en un brindis comunitario, y gracias a Dios, nos encontramos con personas que hace dieciocho meses que no pisan el edificio de la comunidad. Eso es emocionante, las lágrimas que vertimos acá hace un ratito, y por eso digo: animemos a salir, cuidándonos, y estando seguros de que estaremos bien. Es parte de la vida que necesitamos y de la energía vital, de la renovación y que el Rosh Hashaná y Yom Kipur nos permite”, remarcó.
LEGADO
Además, Isidoro Nataskim, de 82 años, nos comentó sobre la importancia de las tradiciones y la familia. “Indudablemente, a través de los años, quedan las enseñanzas de nuestros abuelos en nosotros y yo trato de transmitirlo a mis hijos, nietos y bisnietos. Tengo 24 bisnietos”, manifestó.
“Mi abuela Nahum era muy religioso y algo de eso se nos quedó. Rezaba todos los días: volvía del trabajo, se ponía a rezar, y antes de ir a trabajar también. De eso no me quedó nada, solo el Rosh Hashaná y Yom Kipur que son las fiestas más solemnes, más bellas que tenemos”, expresó. “Mi hijo se llama Natalio y es a propósito, es una traducción en español de Nahum”, contó.
Y nos compartió su deseo para este Año Nuevo: “Primero que nada, salud. Con el exceso de almanaques que tengo, ya que tengo 82 años, es cuidar la salud. Y que estos chicos, que son el futuro de nuestra colectividad, el día que les toque tomar el mando, la sepan empujar”.