[dropcap]C[/dropcap]omo decíamos el domingo pasado, las personas mayores hasta hace algunas décadas atrás en nuestro país y en toda América latina tenían un lugar de preponderancia y autoridad quizás eso esta vinculado con la mezcla de cultura indígena y latina, no lo sé.
El valor que le damos a los mayores, sigo sosteniendo se ha devaluado a diferencia de otras culturas del mundo, factores económicos, sociales y culturales han hecho que los más jóvenes les demos menos tiempo e importancia.
Si bien ese papel tradicional llevaba en muchos casos al autoritarismo, pensemos que en la mesa de nuestros padres y abuelos la voz preponderante la tenían los padres, casi nunca las madres y en ese esquema también había otra realidad, los hijos se ocupaban más de sus progenitores de lo que ocurre hoy en día. Muchas cosas cambiaron positivamente no crean que quiero volver a la época donde las mujeres solo obedecían los mandatos familiares.
Surgen muchas preguntas frente a esta realidad ¿Cuál es la salida?
¿Un Estado paternalista? ¿Hijos más protectores, más presentes?
Tal vez sea una opción empezar a poner bases para que las próximas generaciones haciendo que hoy los nietos tengan un mayor contacto con sus abuelos, para que el día de mañana cuando tengan que velar por el bienestar de sus padres, lo hagan con mayor dedicación de la que hoy la hacemos nosotros en nuestra condición de hijos.
Quizás ese vinculo y rol de “padres ruedas de auxilio” que la vida posmoderna le impone a muchos hagan que esos nietos que quedan a cargo de sus abuelos mientras sus padres trabajan sean en un futuro cercano los encargados de devolver a los mayores el lugar que nunca debieron perder.
Respetar a los mayores pasa por el respeto y por la capacidad que tienen los jóvenes de escuchar a los mayores, como bien nos decía el maestro Raúl Barboza el domingo pasado, de valorar sus historias y poner en primer lugar del desarrollo de la sociedad la experiencia y sabiduría que reflejan las canas y las arrugas en sus rostros, hoy tendremos de invitado a un artesano Pancho Chaz, que hace maravillas con las astas de vacas, cuánto tiene él al igual que otros para enseñar, para transmitir ese saber hacer…
Los mayores tienen mucho que decirnos y mucho para interpelarnos, el problema es que no los escuchamos. Y no les tenemos paciencia. Ni hablar del lugar que les damos en la esfera pública, donde son atropellados a diario por otros más jóvenes y con más fuerza que ellos en las calles, en las entidades públicas y en el transporte de pasajeros. Pensemos que nosotros vamos a transitar dentro de algunos años por el mismo camino y sin dudas reclamaremos respeto.