Imagine la diferencia entre una visita realizada a su patria por Julius Cesar y una por Moisés.
Julius Cesar desembarca en el Aeroporti di Roma en Italia, e inmediatamente sentirá que algo está equivocado.
La gente no habla su idioma.
La religión local es completamente diferente.
Y Roma ya no es más la capital cultural del mundo.
Él no tiene nada en común con los habitantes de su tierra.
En el Ben Gurion Airport en Tel Aviv, la escena se despliega de manera muy diferente.
Un Moisés anciano sale del avión.
La emoción lo supera cuando sus pies tocan la tierra de Israel por primera vez.
Habiendo llevado su nación a través del desierto durante cuarenta años y falleciendo allí sin alcanzar la Tierra Prometida, Moisés finalmente lo ha logrado.
“Shalom” le dice un joven maletero del aeropuerto que emigró hace poco de Rusia y que se acerca para ofrecerle ayuda. “Shalom” contesta Moisés, asombrado del hecho que el idioma hablado en este lugar maravillosamente moderno es el mismo que él hablaba hace miles de años.
Luego observa un grupo de hombres que reza en una esquina del aeropuerto.
Cuando se les acerca, ve que cada uno de ellos viste Tefilín y Talit.
Después de que terminan de orar, Moisés habla con ellos y examina sus artículos religiosos.
Son iguales a aquellos que él ordenó en el Monte Sinai. Más de tres mil años separan a estos hombres.
Uno nació en Egipto; los otros en Moscú, Etiopía, Nueva York, Casablanca, Bombay, Sydney, París, y Johannesburgo.
Todavía comparten el mismo idioma, fe, tradición, y visión de vida.
Moisés dirige su cara al Cielo y grita: “¡Bendito es el Omnipotente, pues mi pueblo todavía está vivo!”
La nación judía ha sobrevivido imperio tras imperio de supuestos perseguidores.
Egipto antiguo, Persia, la antigua Grecia, Roma- ¿ahora dónde están? ¿Cuál es el milagro de supervivencia judía?
Es nuestra unificada fe judía, historia y herencia.
Hemos sobrevivido a lo largo de los siglos debido a la cadena indestructible de nuestra herencia.
El 15 de Nisan todos los judíos se sientan juntos a un Seder de Pesah.
Comemos la misma comida, la misma Matzá.
Algunos recitan la Hagadá entera, otros un resumen, y otros cantan unas canciones.
Tres mil trescientos treinta años es un largo tiempo para guardar el mismo menú.
¡HAG SAMEAJ!