Emblema de la lucha contra el Apartheid y contraria a las etiquetas, Doris Lessing (Kermanshah, Irán; 22 de octubre de 1919 − Londres; 17 de noviembre de 2013), dedicó gran parte de su obra al reconocimiento de la mujer como figura catalizadora en el acontecer vital, no sólo en el ejercicio de la ficción sino en su vida misma. Ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2007 y del Príncipe de Asturias en 2001, hoy celebra el mundo el centenario de su nacimiento.
En compañía de sus padres ambos británicos protestantes, vivió de niña en la colonia inglesa de Rhodesia del Sur (ahora Zimbabwe). El padre, que había quedado lisiado víctima de la primera guerra y su madre, enfermera, decidieron radicarse en 1925 en aquella población agreste para dedicarse al cultivo de maíz. Al parecer, el anhelo de una vida equilibrada, ajustada a preceptos morales y acompañada de una esperanzadora fortuna que tanto deseaba su madre, no se cristalizó. Entrampada en un resultado contrario, donde los acres sembrados no les proporcionaron la riqueza, ni la paz, Lessing vivió su infancia como una intensa mezcla de satisfacciones y exceso de dolor.
Enviada tempranamente a un convento, hubo de soportar las historias infernales que provenían de la furia de Dios (y de las monjas), para estudiar posteriormente en una secundaria, que dejaría a los trece años. Doris Lessing empezó así su formación autodidacta. A los 14 años se marchó del hogar, se casó a los 18 para luego divorciarse abandonando a sus dos primeros hijos; se enfrentó duramente al régimen racista de la colonia y en medio de toda la rebeldía que honraba su carácter, entró como militante al partido comunista, siendo expulsada de Sudáfrica en 1956. Al parecer, según documentos de los Archivos Nacionales de Kew, en Londres, la novelista fue espiada durante 18 años aproximadamente, interceptándose también su correspondencia, para materializar su expulsión.