La composición de la palabra geroadolescencia ha sido realizada por mi padre, el profesor Dr. Hugo Roberto Valderrama, el cual dedicó y dedica su vida a trabajar por el bienestar de los adultos mayores. En este mismo diario El Litoral, la definió —en una entrevista realizada y publicada en 2013— de la siguiente manera: cambios en las esferas biopsicosociales y sexuales de las personas que transcurren aproximadamente entre los 55 y 65 años, previos a la llamada tercera edad y posteriores a los de la edad media.
En esta columna resumiré de manera casi textual sólo algunos párrafos de sus conocimientos vertidos con relación a este trascendente término, basados en su análisis gerontológico sobre generalidades significativamente representantes de esta etapa de vida, no en la individualidades y diferencias vividas por cada persona.
Al pasar a ser los más viejos entre los adultos y los más jóvenes entre los viejos, al llegar los 60, los 65 o los 70 años, surgen preguntas que despiertan cierto temor, ¿cómo será mi vida a partir de ahora? ¿A qué modelo de envejecimiento debo adherir? ¿Quién puede darme un consejo? Habitualmente ya no están los propios padres para responder, como en otras etapas de la vida, en las que muchos anticipan lo que puede pasar.
Es difícil consultar, porque los que se supone van a tener la experiencia y el conocimiento como para ayudar a encaminar a los que vienen atrás, son los mismos que transitan la geroadolescencia hacia la punta de la pirámide de la vida. Aún en la cima de la lúcida madurez surgen dudas, incertidumbre sobre el futuro… como nuevos adolescentes.
Las pausias, la meno o la andro, provocan cambios en el cuerpo y no concuerda la propia percepción con la imagen del espejo. Cuesta cada vez más mantenerse en peso, poder dormir muchas horas, recuperarse después de trasnochar, evitar el uso de un cepillo de baño para enjabonarse la espalda, o el ponerse en cuclillas sin sentir el esfuerzo al incorporarse.
Este proceso se acompaña de sensaciones contradictorias, como nostalgia y satisfacción frente a los logros. Pero si ha superado las situaciones impuestas por el devenir y sembrado honestamente, se comienza a cosechar y se hace sentir el respeto de la gente.
No todos los que transitan este período de la vida lo analizan, lo vivencian o lo reflexionan, porque es tan personal como personas e historias de vida hay. Pero las oportunidades, como tener la capacidad de hacerlo, están para que se las identifique y se las aproveche. A continuación, algunas recomendaciones a tener en cuenta:
Construya su propia vejez: tome conciencia de que usted tiene que decidir lo que desea que le pase en la vejez, y que debe luchar para lograrlo. Es la oportunidad para entrar a la siguiente etapa sin desesperanza, con plenitud y sentido.
No deje nada en el tintero: es tiempo de arreglar las desprolijidades que haya cometido en la vida, de limar asperezas con los seres queridos y de aprovechar su lucidez para perdonar y pedir que lo perdonen.
Genere un entorno social saludable: muchos planifican un envejecimiento cercano a la familia o amigos, otros buscan acercarse a lo que deseen sea su futuro grupo social de referencia, lo importante es sanamente integrarse para envejecer como debe ser, sin aislarse y compartiendo.
Mantener los objetivos: no aspirar a que necesariamente produzcan grandes cambios, sino disfrutar cada día de esos pequeños aportes, que antes no tuvo tiempo para realizar. Aportes para usted mismo, pero además los que aseguran brindarle mayor plenitud y alegría, que son los pequeños aportes para el otro, sin pedir nada a cambio.
Transmita experiencia: no por ingresar a la adultez mayor va ser sabio, pero sí puede guiar sobre sus aciertos, como también advertir sobre los errores cometidos.
Para finalizar esta columna y siguiendo la posta de estos conceptos vertidos por mi padre, sumo una recomendación que surgió recién en los últimos años, luego de que la ciencia comprobó que las neuronas pueden seguir creando conexiones hasta el final de nuestras vidas: adquiera hábitos saludables para su cerebro. Sin un cerebro que acompañe, las recomendaciones anteriores se limitan o se imposibilitan. La extensión de esta columna no lo permite, pero podrá leer desarrollados estos hábitos en algunas de mis columnas anteriores y en las que están por venir.
(*) Médico neurólogo – Máster en neurociencias (Mat. 5010)
El Litoral