Alejandro “Jano” Fernández salió de la residencia geriátrica en la que vive para cumplir su sueño.
Cuando nació faltaban 10 años para que el fútbol se convirtiera en profesional y la Bombonera no existía. Tampoco existía el Obelisco, y en Boca Juniors una de las figuras era Pedro Calomino, el mismo goleador que no soportaba los botines y fue autorizado a jugar con zapatillas de lona. Alejandro “Jano” Fernández, testigo de un mundo extinguido, cumplió un sueño el domingo 23 de septiembre: a los casi 100 vio su primer Superclásico en la cancha.
Viudo desde hace diez años, pisó Brandsen 805 y sintió algo parecido al día que conoció a quien sería su esposa, Olinda. “No sé si me va a resistir el corazón”, bromeaba, mientras el técnico de Holanda, Ronald Koeman, le hacía una reverencia en los pasillos xeneizes.
En Boca se habían enterado de su historia y en la semana habían invitado a su nieta para que acompañara al hincha más antiguo. Para no acelerar las pulsaciones de Jano, ella guardó el dato hasta el sábado. Clarín se sumó en la previa. “No nos esperen temprano. Nos vamos a una fiesta”, les avisó a las asistentes del geriátrico con quienes juega al bingo.
“No sé si el corazón me va a resistir”, decía emocionado Jano.
Que “Rojitas fue el mejor de la historia boquense”, que “Wilmar Barrios es ADN Boca”, que “el equipo más recordado: Vacca; Marante, Valussi; Sosa, Lazzatti, Pescia; Boyé, Corcuera, Sarlanga, Varela y Sánchez”. Los datos del pasado y del presente se entrecruzaron en una charla con Cristian Gribaudo, el Secretario General del club.
“Viví en San Pedro hasta 1948 y luego me instalé en Villa Urquiza. Éramos ocho hermanos. Mi padre y mi abuelo eran de los mejores cerealistas del país, pero con la crisis del ’30 perdimos todo. Sólo pude hacer hasta sexto grado y tuve que salir a trabajar”, cuenta. “Fui aguatero, también ponía a punto las máquinas de campo, hasta que llegó el empleo en el correo. Como eran sólo seis horas, me busqué otro trabajo más: a la mañana hacía distribución textil en motoneta”.
“Dije la palabra Boca antes que mamá. Mi relator preferido era Bernardino Veiga. Fui buen futbolista, pero nunca soñé con jugar en Boca, no era tan talentoso, aunque tenía lo mío”, advierte. “Primero jugaba en Central Córdoba de Santa Lucía de San Pedro y me vinieron a buscar de Paraná de esa ciudad. Era ocho, aunque cubría casi todos los puestos”.
Una tarde con sentimientos encontrados: alegría y desilusión. (Prensa Boca).
Su biografía está teñida por “un pecado”: en su juventud fue socio de River Plate “sólo por conveniencia”. Llevaba a su hijo Alejandro (que murió en 2013) a practicar deportes en la institución, pero “el alma siempre estuvo en La Boca”.
Ubicado en las plateas corporativas, “Janito” juraba que “dos ojos y dos tímpanos” no le alcanzaban para todo lo que había que ver y sentir. “Que vengan a documentar de todas partes del mundo esto que es de otro planeta. Es un día que no voy a olvidar jamás”, repetía. Con el bombazo del Pity Martínez para el 1 a 0, Jano no dejó de alentar. Y en el entretiempo se encargó de arengar incluso a un bebé sentado al lado: “Ponga huevo que acá no pasa nada”…
Con su bastoncito, Jano recorrió la Bombonera.
El segundo gol (el de Ignacio Scocco) fue un puñal para Jano. Pero el hombre se recompuso al minuto y mantuvo la euforia aún después del pitazo final. “Esto no va a empañar mi alegría. Mañana en el geriátrico no me van a creer lo que viví”, se agarraba la cabeza sin poder procesar tamaña película. En las tribunas se cantaba como si el equipo de Guillermo Barros Schelotto hubiera ganado. El hombre con más edad de entre esos 40 mil ya no tenía voz, pero entonaba el himno de Boca Juniors, ese que en 1921, cuando él nació, aún no estaba escrito. “Con tu enseña victoriosa que es de oro y cielo azul/ en la cancha se entusiasma nuestra fuerte juventud”…