Por Maritchu Seitún para La Nación
[dropcap]T[/dropcap]anto si los padres están ocupados trabajando y necesitan ayuda para cuidar a los chicos como si tenemos la suerte de pasar unos días de vacaciones en “familia grande”, en estos largos días de verano los abuelos compartimos más tiempo con los chicos que durante el año, ya que además ellos están más libres de actividades, ya sea colegio, deportes, programas con amigos u otras actividades extraescolares.
Un tiempo atrás, cuando la casa se fue vaciando al irse nuestros hijos, seguramente tuvimos un fuerte impacto de “nido vacío”, pero muy pronto nos acostumbramos al orden, al silencio, a que cada cosa permaneciera en su lugar, a encontrar en la heladera y la despensa lo que habíamos dejado la noche anterior. Si no estamos muy atentos podemos desperdiciar ese tiempo que pasamos juntos, acostumbrados como estamos a leer el diario, mirar la computadora o salir a caminar, a tener la organizada vida de siempre.
Ejercitemos nuestra flexibilidad de modo de poder pasarlo bien junto a hijos y nietos en vacaciones, y aprovechar la oportunidad de divertirnos juntos, conocerlos mejor, ver sus cambios a medida que crecen, viendo aparecer al filósofo, disfrutando al activo o a la inquisidora, descubriendo al curioso o a la que quiere aprender y saber todo, encontrando la manera de acercarnos al más tímido o de entrar al mundo de la más solitaria? Son otros los tiempos y otros los temas que durante el ajetreado año escolar, y vale la pena acomodarnos de modo de disfrutarlo en lugar de padecerlo, ¡y no es fácil!
Porque podríamos creer como el piloto del Principito que tenemos muchas cosas importantes de las que ocuparnos (entre ellas educar a nuestros nietos) o podríamos dejarnos llevar por la rigidez de nuestra vida ordenada y ponernos de mal humor a cada rato: al ver la mochila de Juana tirada en la entrada o que Felipe se saque las zapatillas y tire la arena tan tranquilo en el piso del baño, que Pedro le conteste mal a su mamá (cuando jamás habríamos tolerado que nuestro hijo nos responda de esa forma), que Andrés y Mariana se agarren de los pelos a la hora de la siesta y no nos dejen cabecear un ratito tranquilos, o que se acabe la fruta que compramos esta misma mañana creyendo que iba a durar tres días.
El momento es ahora, los días pasan muy rápido y cuando queremos acordarnos ya entraron de nuevo en el ritmo escolar, y no hay tiempo de compartir barriletes, panchos en la calle, la hamaca de la plaza, charlas a la hora de la siesta, un cuento, cocinar una torta o volcanes de arena y castillos en la playa.
También los años pasan muy rápido, los chicos crecen y termina esa etapa maravillosa, esos primeros años en los que nuestros nietos quieren y buscan pasar tiempo con nosotros. Apenas crecen un poco prefieren hacer programas con sus pares, y se repetirá pocas veces la magia de los largos días de verano compartidos con los nietos. Esto mismo les pasa a los padres, pero ellos los tienen todos los días en casa y no les resulta tan doloroso.
Abuelos eran “los de antes”, y aprendamos de ellos: los que estaban jubilados y tenían tiempo para pasar con sus nietos, para hacer payanas y jugar con ellas, coser ropa para las muñecas o enseñarles a tejer o a cocinar, investigar cuevas misteriosas, llevar a los chicos al cine, leer cuentos o contar historias de la familia.
Respiremos hondo, relajemos, flexibilicemos, hasta lograr acomodarnos a sus tiempos y necesidades. Así, al terminar el verano y las vacaciones, cuando estemos de nuevo solos, con mucho tiempo disponible, todo volverá al orden habitual, pero estaremos llenos de recuerdos, de experiencias compartidas, habiendo fortalecido el vínculo con nuestros nietos por el tiempo que pasamos juntos en momentos inolvidables para ellos y también para nosotros.
La autora es psicóloga y psicoterapeuta