Entre los economistas que se dedican a los temas demográficos hay una frase conocida: estudiar los movimientos poblacionales es como “ver crecer el pasto”. Se refiere a la lentitud de la dinámica, que hace que se formen pocos incentivos para atender el fenómeno desde las políticas públicas, los negocios y la sociedad en general. Si es cierto lo de “ver crecer el pasto”, la crisis del Covid-19 iluminó de golpe un jardín descuidado, lleno de equívocos y conflictos, desatendido desde siempre y donde la mayoría de los actores prefieren mirar hacia otro lado.
Varios emergentes de las últimas semanas, como los dramas de los geriátricos, la discusión por el confinamiento obligatorio de los adultos mayores en la ciudad de Buenos Aires, las colas del “viernes negro” en los bancos para cobrar jubilaciones, o el trato condescendiente de los medios de comunicación con las noticias que involucran al segmento senior (“los abuelos”, “la pacientita” son, por citar dos casos, expresiones frecuentemente utilizadas) tienen un motor común: un set de prejuicios profundos que le asignan a la vejez solo valores negativos, de inutilidad, tristeza y deterioro y que ubican a quienes transitan esta etapa de la vida en un lugar de carga o de problema para el resto de la sociedad.
“La actual pandemia puso de manifiesto que los adultos mayores existen, son muchos, son diversos y están vigentes. También expuso la manera en que la sociedad tiende a ignorarlos al imponerles medidas que no los tienen verdaderamente en cuenta. Las crisis ‘prenden la luz’ sobre lo que está pasando y ponen de manifiesto fallas estructurales que estaban desatendidas”, dice Flora Proverbio, cofundadora de Ethnos Strategy y de la comunidad online Plateadas, de mujeres de más de 50.
Para Mercedes Jones, vicepresidenta del Consejo Profesional de Sociología y estudiosa del edadismo (la discriminación por edad), “las personas mayores entraron en una agenda donde lo que tomó mayor visibilidad son los aspectos negativos y la mayor vulnerabilidad de este grupo. La información que recorre el mundo refuerza el viejismo, los prejuicios, el temor y una fragmentación del espejo social, que muestra las perspectivas más dramáticas del envejecimiento, ocultando una realidad aún más catastrófica: la existencia de políticas borrosas, desarticuladas, regresivas, asistencialistas y de exclusión de los mayores. El resultado es la protección casi con ribetes carcelarios o la falta de cuidado”.
Para Proverbio y Jones hubo dos hechos paradigmáticos de este fenómeno en los últimos días. “La cara más pública fueron los geriátricos como foco de contagio y muerte, porque el modelo de base de estas políticas es un esquema residual, que aplica a la vejez una estrategia de descarte”, remarca Jones. El otro, dice Proverbio, fue el intento de restricción de salida para los mayores de 70 en la ciudad de Buenos Aires, “una medida pensada solo desde la visión epidemiológica, que generó un rechazo generalizado, comprobando que las medidas unilaterales fallan”.
Este hecho, sigue la directora de Ethnos, activó el tema del colectivo senior. “De pronto nos enteramos de que los 60+ son muchos, que tienen opiniones, que quieren y pueden ejercer su libre albedrío y que son actores vitales de la sociedad”. Beatriz Sarlo habló de un “estado de sitio selectivo” y hubo reacciones de Graciela Fernández Meijide y de Marcos Aguinis, entre otros. En Alemania, la premier Angela Merkel remarcó que “aislar a los ancianos para recuperar la normalidad es éticamente inaceptable”.
El tercer PBI
A nivel global, la “economía senior” equivale al tercer PBI, luego de los de los Estados Unidos y China. Para economistas como Tyler Cowen o Ben Bernanke (exdirector de la Reserva Federal de Estados Unidos) “no hay en las próximas décadas un factor tan disruptivo para la economía global en su conjunto como el envejecimiento de la población”. Se estima que para 2050, 62 países (entre ellos la Argentina, China y Estados Unidos) tendrán una pirámide demográfica como la que hoy tiene Japón, con un 30% de la población por encima de los 60 años (en la sociedad nipona ya se venden más pañales para adultos que para bebés). El fenómeno tiene que ver con un aumento de la expectativa de vida, con una baja en la tasa de natalidad pero, fundamentalmente con una suba del tiempo en que las personas siguen en plenitud física y cognitiva para trabajar y disfrutar, gracias a los avances de la medicina.
En un mundo donde en 2030 (no falta tanto) los primeros millennials cumplirán 50 años, la economía -tanto a nivel macro como a nivel de la esfera empresaria- se está replanteando su relación con los mayores de esa edad. El segmento de las age tech – start ups de tecnología enfocadas en las necesidades senior- tiene un crecimiento explosivo en el mundo desarrollado, donde un 40% de las decisiones de consumo son tomadas por este rango etario. Las marcas comenzaron a tratar de otra manera a este target (antes se ponía en la misma bolsa a los 50+, como si fuera lo mismo una persona de 50 años que una de 90) y muchas empresas se dieron cuenta de que la discriminación etaria no solo es injusta, sino que puede ser un muy mal negocio: para el World Economic Forum, “tanto en países de ingresos altos como en los de ingresos medios o bajos se ve a los empleados adultos como menos eficientes, intratables y refractarios a la tecnología y el cambio; cuando en realidad son la generación más comprometida con su empleo, que muestra más motivación y madurez emocional para tomar mejores decisiones”. A nivel local, nueve de cada diez búsquedas de trabajo excluyen específicamente a los de 50 o más.
Siete millones
¿Cuáles son los datos de este sector para la Argentina? Enrique Amadasi es sociólogo, investiga el tema para la Fundación Navarro Viola y fue coordinador del Barómetro de las Personas Mayores en la UCA. “La estimación es que hoy hay en el país 7 millones de personas con más de 60 años, de las cuales, por su distinta longevidad, un 57% son mujeres y un 43%, varones”, explica. El distrito más envejecido es la ciudad de Buenos Aires.
“Alguien que hoy tiene 73 años nació en 1947, el momento en el que Perón tuvo la información sobre el lV Censo Poblacional y contó un millón de personas mayores. Desde ese entonces, la población argentina creció 2,5 veces, la de mayores de 60 se multiplicó por 6 y la de más de 74, por 10 veces”, grafica Amadasi.
Todos los datos que maneja el sociólogo hablan de un sector tremendamente heterogéneo, al que es muy difícil hablarle o aplicar políticas como si fuera un universo indiferenciado. Los que tienen mejor calidad de vida son los que conviven en pareja; luego le siguen los que viven solos (que cada vez son más, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires). Y los que están peor en 57 indicadores de calidad de vida relevados son quienes están en hogares multigeneracionales (con hijos, nietos u otros familiares).
Otras pistas sobre el mapa senior en la Argentina: un 40% vive en lugares con insuficiencia de ingresos, el 25% de los mayores de 65 años trabajan (de ahí la crítica de Sarlo de lo ridículo de “infantilizar” al segmento), el 18% tiene déficit de sueño y un 70% posee déficit de ejercicio físico.
Desde la consultora Trendsity su CEO, Mariela Mociulsky se estuvo preguntando en distintos estudios cualitativos hechos en las últimas tres semanas qué cambió para los adultos mayores con el coronavirus. “Veníamos viendo que la edad cronológica de este grupo no se condecía con su agenda de los últimos tiempos, con sus intereses actuales, con su rutina y su vida diaria. Son parte activa, ocupada y llena de intereses de la sociedad, que estaba recobrando relevancia y visibilidad. La pandemia los conecta con la vulnerabilidad y la dependencia, que no estaban tan presentes en el estilo de vida que venían llevando como generación activa”, marca Mociulsky.
Marcha atrás
En este sentido, la pandemia es “una vuelta atrás en la identidad que los adultos mayores fueron construyendo en esta generación. Nuestra investigación muestra que el coronavirus les trae más conciencia de su edad, pero desde afuera y no desde adentro. Ellos se sienten con la fuerza y la vitalidad de estar preparados para múltiples actividades, y el ‘afuera’ les viene a decir: ‘no importa cómo te sientas, si sos mayor de 65 años sos vulnerable, sos población de riesgo”.
Una de las personas que mejor sigue la agenda senior es la periodista Cecilia Absatz, que todas las semanas distribuye su newsletter “Viejo smoking”. Según Absatz, “los medios son responsables del trato ofensivo y condescendiente que tiende a tratar a los viejos como niños. Modulan demasiado, afectan cariño y abusan descaradamente del ‘abuelo'”.
Absatz convocó días atrás a una “marcha del Orgullo de los Viejos”, que tuvo amplia repercusión en redes. “Entiendo como perentorio como primera medida devolver a los viejos su identidad: su nombre y apellido. Y si esos nombres no se conocen, el trato puede reemplazarse por un respetuoso ‘señor’. Ni jubilado, ni adulto mayor, ni mucho menos abuelo”, destaca.
Las y los seis especialistas en agenda senior consultados para esta nota (Inés Castro Almeyra, Proverbio, Jones, Absatz, Mociulsky y Amadasi) coinciden en que el hecho de que esta generación haya saltado al centro del debate es una buena oportunidad de replanteo y de rediscusión para alentar políticas de inclusión y para derribar prejuicios en la conversación pública. “La pandemia y el aislamiento trajeron a la mesa verdades que el sector público y el privado pueden convertir en oportunidades. Idealmente, esta será una de las tantas cosas que cuando pase el Covid-19 no podrán seguir igual”, plantea Proverbio.
El futurólogo Marcelo Rinesi suele resaltar que los cambios demográficos, como la crisis climática, tienen la maldición de ser “desafíos lentos y rápidos a la vez”. Lentos -“ver crecer el pasto”- como para no generar incentivo fuertes en tomadores de decisiones que podrían mejorar la situación. Y rápidos, en el sentido de que si nos se hace nada, más temprano que tarde la situación traerá consecuencias mucho más difíciles de afrontar.
Para el columnista del Financial Times Martin Wolf, las crisis -como esta pandemia- “aceleran la historia”. Tendencias que estaban lanzadas adoptan una marcha más rápida. La revolución senior, si se dan los pasos correctos, tiene su chance de ir más rápido en su deconstrucción y en su proceso inclusivo.
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