“Más allá de las situaciones de violencia obvias, como puede ser la agresión física, sobre las personas mayores -como sobre todos los grupos- pesan malos tratos que son definidos a partir de las sensibilidades de una época y de un contexto”, aseguró a Télam el psicogerontólogo Ricardo Iacub, titular de Psicología de la Tercera Edad y Vejez, de la Facultad de Psicología de la UBA.
Y continuó: “Lo que calificamos como buenos o malos tratos son nociones regidas por las sensibilidades actuales. Por ejemplo, hoy pensamos que hay que aumentar la autonomía a las personas mayores, entonces lo que hasta hace algunos años podía considerarse que era un cuidado, como no dejar a un adulto que salga a la calle para que no se caiga, hoy lo vemos como un gesto de sobreprotección y como un maltrato”.
En el mismo sentido, Jorge Paola, director de la carrera de Gerontología de Universidad I-Salud, sostuvo que “existen numerosas prácticas cotidianas y del lenguaje que hemos naturalizado y que son discriminatorias”.
“Decirle ‘abuelo’ a una persona mayor es peyorativo. El ‘abuelazgo’ es un rol social, es limitar a esa persona sólo a esa función, que ni siquiera sabemos si la tiene, es no entender la multidimensionalidad de las personas.
Podemos llamarla señor, señora o por su nombre si lo sabemos”, señaló Paola, Magíster en Política Social.
Según Iacub -autor de numerosos libros como “Todo lo que usted siempre quiso saber de la jubilación y nunca se animó a preguntar” o “El Poder en la vejez. Entre el empoderamiento y el desempoderamiento”, “el seguir llamando abuelo a una persona mayor y que hoy resulte un maltrato es un ejemplo de cómo cambian las sensibilidades. En el siglo XIX se valorizaba el rol del abuelo dentro del contexto familiar. Hoy entendemos que la persona vive en un mundo más amplio. Entonces, seguir llamándolo así es limitarlo a un espacio privado”.
Pese al trabajo del mundo gerontológico por mostrar que existen otros modelos de vejeces diferentes a la persona mayor deprimida o asociada a la enfermedad -vejeces activas, productivas, felices, independientes- Paola identifica la persistencia de estereotipos en el imaginario.
“Hay muchas publicidades que traslucen estos prejuicios. Por ejemplo, una marca de computadoras tuvo un comercial en el que una mujer mayor utilizaba una notebook para picar cebolla, carne e incluso la metía al horno. El mensaje era que la compu resistía hasta ‘tu abuela'”, describió Paola.
En el mismo sentido está el tema de los cuidados: “Puede suceder que los hijos lleven a una persona mayor a una residencia sin su consentimiento, pensando en que allí puede estar ‘más cuidado’ y quizás el adulto mayor no estaba demandando más cuidado y se sentía bien en su casa, entonces esta conducta se traduce en un abuso”, indicó Iacub.
En este contexto, Paola recordó que “un relevamiento realizado en 2010, el 30 por ciento de los adultos alojados en residencia geriátricas no tienen un consentimiento firmado”.
“Estos malos tratos son producto de una violencia cultural muy arraigada. Si yo pienso que la persona mayor es incapaz, seguro voy a cometer una cantidad de acciones abusivas o violentas. Si me da ‘cosa’ o ‘rechazo’ ver dos personas mayores en situación de erotismo o en una escena sexual como vemos de personas jóvenes, también es probable que luego discriminemos”, sostuvo Iacub.
Además, agregó: “Ahora bien, hay una violencia estructural que existe cuando la persona no sabe quién es el que ejerce esa violencia y termina haciendo sentir culpable a la víctima. Ejemplo: cuando una persona mayor sale a caminar y están todas las veredas rotas, termina sintiendo que él es quién no encaja, cuando como sociedad deberíamos garantizar espacios que permitan la circulación de diferentes cuerpos”.
Iacub expresó que “también es violencia estructural que una persona mayor pida un turno al médico y le den con tres meses de demora, que no se realice como corresponde el ajuste de su jubilación, que llame a su obra social o al ANSES y nadie lo atienda, es decir, hay un sinfín de situaciones que parecen ser culpa de nadie que hacen sentir al adulto más vulnerable”.
Más allá de estas formas cotidianas, culturales y estructurales, las personas mayores son víctimas también de violencia física, sexual, psicológica y económica.
“Un reciente revelamiento de la Ciudad de Buenos Aires arrojó que casi el 75 por ciento de las denuncias de abusos a personas mayores en 2015 fueron realizadas por mujeres”, describió Iacub.
“Por un lado, creo que esto tiene una explicación en la violencia de género, que está presente en todos los momentos de la vida, hay una apropiación del cuerpo y la voluntad de las mujeres. Pero también tiene que ver con que las mujeres hoy tienen mayor conciencia y denuncian más. Para un hombre es quizás más difícil reconocer que es víctima de un abuso y más aún expresarlo o denunciarlo”, agregó.
Según la ONU, se estima que entre el 4 y el 6 por ciento de las personas mayores de todo el mundo han sufrido alguna forma de abuso y maltrato.
Fuente: Télam.